Cansa

julio 7, 2007

Cansa el ser pilar.
Cansa vivir en lo alto.
Cansa habitar alturas
que no son mías y no amo.
Cansa haber impresionado.
O mantener una imagen.
Cansa que el ideal me supere
siempre, y por tanto margen.
Cansa ser el mismo siempre. Y perder siempre los trenes.
Cansa sonreír comprensivo cuando ya ni eso se siente.
Cansa esperar el momento, sin creer que alguno llegue.
Cansa cansarse, sin duelo.
Cansa que al fin nada muere.

Tras un premio

julio 7, 2007

El día resulta muy largo.
Encuentro cargadas las horas.
Las palabras, las personas.
El trabajo, la familia.
Los amigos, sus problemas.
Mis problemas y yo mismo.

El día resulta muy largo.
Y tras él llega el siguiente.
Todo es nuevo, mucho agrede.
Hay repetición, y hay sorpresa.
Y entre extremos de ambas cuentas
pierdo de vista el principio.

El día es muy largo.
Collares.
¿Para eso son las cuentas?
Encuentro nuevos sonidos
pero recuerdo su esencia.
Quizás porque sordo, o dormido,
descarrilé en mi cabeza.

Muy largos días, los veo.
Si detengo un poco el paso
entre hitos que conozco
el tiempo no ha sido tanto.
En tres días me siento otro,
en cuatro otra vez desangro.

Veo días, no los tengo.
No consigo asir su fluido.
Se me escapan de las manos
como si fuera suya mi vida,
fueran ellos que deciden,
y yo apenas compañía.

Días, que han hecho semanas.
Se hunde en la perspectiva
la duda de qué escapó,
qué perdí, o qué podría
haber retenido a mi nombre,
reclamando su tenencia.
Quizás el paso sea libre
y la herencia un peso enorme.
Quizás no estoy aún listo
para cargar en mis hombros
este mar de consecuencias
que arrastro de un día a otro.

Una vida hecha de días.
Y sin embargo, es vida?
Hoy, que he desteñido
la visión que ayer tenía,
siento que se ha escapado,
que quedé de pie sin ella.
La vida tiene su paso.
Y sólo miro su huella.

Vidas que enlazan los días.
No estoy solo en este barco.
Si perdiera pie, en un golpe,
sé que habría muchos daños.
Mejor, ubicar la huella.
Mejor, seguir caminando.
Quizás mejor que el camino,
sea poner la vista en algo.

Centrar la atención en los días.
Que se vayan desgranando.
Pero tomar de esos granos
el sabor que voy dejando
que se escapa sin sentir,
que me está despellejando.
Quiero el roce de ese fluir.
Quiero ver mi premio en algo.

Buenos deseos

julio 7, 2007

Vuelvo a recostarme en la misma frase.
Frase que me apoyó en otras ocasiones.
Frase que tuve el gusto de regalar y ver reflejada.
Frase que fue compañía cuando no había ventanas que mostraran un ayer o un mañana.
Frase que prefiero dedicar a quien la necesite, porque espero no verme encerrado nuevamente.

Sólo decirte, que no sé si entiendo, pero comprendo el sentimiento.
Que es una pena que te sientas así.
Que no conozco la causa, pero el camino solo puede ser superarla.
Que todo lo que se diga sonará a basura, porque sólo tú sabes qué, cuánto y por qué te duele.

Que entre los que suelo leer, todos tenemos la misma pasta interna que nos hace extrañamente sensibles y débiles, a la vez que nos regala el escape de espresarnos.

Que deseo regalar algo que escribí en otra ocasión, para una situación diferente, pero que en su momento me hizo sentir ese poquitín de compañía que, real o ficticia, a veces ayuda a despertar del sopor.
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Podría decirte que más vale apostarlo todo, a no haber apostado.
Podría desvariar con que lo importante es animarse.
O licuarlo suponiendo que han de llegar tiempos mejores.

El mal trago es éste. Está aquí. Ocurre ahora.
La vida se detiene en este instante, porque sólo el presente marca la hora.
El pasado es de la historia.
El futuro está por verse.

Prefiero decir… que te comprendo.

Aprendiendo

julio 7, 2007

Cierta persona, con infinita dulzura, me recordó por qué me siento extasiado escuchando a las criaturas.

Me hizo revivir algunas charlas, calmadas, sin apuros, en la arena, en una noche de luna, con hijos propios y ajenos, divagando sobre las cosas que los grandes parecemos ignorar de ellos.

Hablando de ‘los valores’, sin la necesidad de etiquetas tan altisonantes, ni adjetivos como el que acabo de usar.

Viviendo que, en cada actitud, uno puede, más allá de actuar, sentirse bien o mal.
Y que (los grandes hablaríamos de formación, creyendo atribuirnos así su autoría) en ese sentimiento respecto al otro, se basa la verdadera sensación, la vivencia, y (creo) la CONDUCTA, como herramienta para obtener el premio mayor, que es ser feliz porque lo que se hace se disfruta.

No charlábamos de SER CORRECTOS, porque eso es fácil de poner en palabras.
No discutíamos sobre MENTIR O DECIR LA VERDAD, pues otra vez es fácil caer en el discurso.

Comentábamos sobre lo mal que uno se siente cuando, después de lo hecho, cree haber mentido, o lo sabe y no se anima a corregirlo.
Sobre lo ufano que sale uno del trance si supera todos esos miedos, y encara con un ‘Hice esto. Fue por tales razones, pero me siento mal’.

Incluso, el hecho de notar que pedir perdón, como darlo, es la excusa para sellar la amistad.

En algunas ocasiones, ciertos mayores no comprenden cómo la arena, el río y la luna pueden, con la calma necesaria, darnos más riqueza que formación, más sensibilidad que entereza.
En otros marcos, con el mismo espíritu, he podido reaprender cosas hermosas.

Baile

julio 7, 2007

La niña hallaba silencio, y en el silencio, palabras.
La niña hablaba al espejo, pero el espejo callaba.
Jugaba ella frente a él, y él sólo la reflejaba.
Palabras sin ser compañía, deseada, muda y escasa.
La niña se contonea y en su imagen se solaza.
La mujer sueña ser niña, y la niña acompañarla.
El espejo, comprensivo, le va mostrando ambas caras.
Sin ser compañía, furtivo, le enseña a gustar la calma.
La niña tiene recuerdos, la mujer los acompaña.
Los recuerdos pierden voces que el espejo no capta.
Algo se gesta en murmullos, algo sí capta en su cara.
Algún rubor asomado en un contoneo la atrapa.
La mujer compone imágenes cuyos cuerpos no se hallan
en el espejo, ni al frente, acompañando su danza.
La niña disfruta el juego en que la mujer retrocede.
Dolores que hacen silencio por no asustar los vaivenes
de una niña que ha olvidado que en este cuerpo posee
un candor que vive el otro, un cariño al que descree,
y una ilusión que no colma. Bailando se desentiende.

Ni lo lean

julio 7, 2007

Lastimado.
Caminata.
Regalo.

Retrocediendo, me resulta más claro.

Con mi hermano (casi un año menor que yo) no somos regalones, pero somos de esos viejos compinches capaces de compartir una camiseta transpirada (puaj… en la vida real sonaba como un favor).

En particular, le regalé un par de zapatos que me iban chicos y no soporté ponerme dos veces seguidas (pensé que eso sólo le ocurría a las mujeres).

Poco después, me preguntó (porque sabe que suelo preferirlas) si quería un par de botas que él no soportaba.
Por qué decir que no a algo desconocido? Qué campana sonó y no escuché?

Las trajo. Altas, Muy claras. Apretadas. Realmente eran para una película de vaqueros, más que para ir por la calle.

Pero… Valiente, sin pensar en la opinión ajena (o esperando a retrucar alguna broma), calcé y salí.

Muuy maaal. Tenía por delante trámites a lo largo de unas 30 ó 40 cuadras.

Como jamás tuve problemas de calzado, ni imaginé que me encontraría renqueando.

Hasta no hace tanto, una caminata de 80 á 100 cuadras (unos 10 a 15 km) era mi ideal de ‘linda caminata’ (con algo hay que ablandar a las mujeres 🙂 ).

Me encontré en medio de la nada (pleno centro de Rosario, pero con el dolor de cada paso, no veía), peleando por recorrer los próximos 25 metros, a distancias astronómicas de sentarme a sufrir con tranquilidad.
Y divagando, sobre métodos de transportación asistida… que no aparecían por ninguna parte.
Supongo que los taxis doblarían cuadras antes de llegar junto al rengo con cara de espanto.

Realmente, no recuerdo (o mi mente benevolente ha borrado el suplicio) el camino o la forma en que llegué a casa.

Sí recuerdo el detalle ‘sorprendente’ de una media con sangre en un pie que se negaba a ser tocado.

Toda la escatología (sé quién debería corregir el uso del término) me lleva a la medida gloriosa de la estupidez humana.

Todos los indicios gritaban que ése era un calzado ‘agresivo’ en alguna medida.
Y el borrego fue a elegir la peor ocasión para realizar una prueba piloto.

Todo sugería que el cariño fraternal y la confianza nada tienen que ver con la comodidad o la supervivencia en la calle.

A pesar de ello, como si demostrara algo, encaré la situación como quien busca ganar un premio sin haber entrenado, sólo porque se encierra en la convicción de que lo que quiere es lo que puede, pero sin medidas reales.

Y el punto éste, que es para mí, es el sorprendente:

SÍ. LO HICE. Por estúpido que parezca, logré lo que quería.
CON esas botas, fui, hice y volví. Vini, vidi e vinci.

Parece ridículo (insisto?), pero el nudo de la cuestión, no era pasear feliz.
Era averiguar algo.
Y se transformó en SUPERAR algo.
Que no es, ni tiene por qué ser, malo.

Me queda renquear un poco hasta que cure el pie. Nada serio.
Pero sé que, aunque lo niegue, voy a darle otro round, más mesurado, más al alcance de mis posibilidades, porque no me ganó.
Me tuvo ahí. Al límite de pedir fin a la tortura (exagerado? mmmno sé)
Pero pasó (creo que preferiría recordar el camino de vuelta a casa, no sea cosa que después de tanto entusiasmo, y llegue a enterarme que debí ser arrastrado por los pies mientras lloraba a gritos).

En fin…
Por la opinión que puedan formarse, veo que no debería se leído.

De ojos

julio 6, 2007

He oído decir que mi ojo no es mi ojo.
Prefiero pensar que, ya escaso con sólo esgrimir uno, buscarle parecidos sería una pretensión escandalosa.

He oído decir que sonrío con los ojos.
Eso… ya me gustó.
Por ser un obsesivo (no enfermito, vaya la aclaración) de mirar directamente a los ojos de mi interlocutor/a.
Supongo que a más de uno sacaré de quicio al quitarle la libertad trillada de perder la mirada más allá de mis hombros, reviviendo vaya uno a saber qué secretos de paredes y cielos lejanos, en pos de la paz de no atenerse a un observador ya casi molesto.

He oído que interesa saber qué veo.
Valga la primera aclaración con los pies en la tierra: son espectacularmente corto de vista (ciego no, dije corto) desde siempre.
Esto, trae, de la mano de mi niñez, y del oftalmólogo de cabecera, al punto de haber sido forzado a memorizar pizarrones enteros durante mis primeros 5 años escolares, ya que aseguraba que eso ‘fortalecería la vista’.
Tan poco fortalecida mi vista con esa larga ausencia, como mi físico por el sedentarismo laboral, aprendí, ya de grandecito, cosas que cualquiera sabe de niño.

De no creer:
– Me enteré del color de mis ojos entre los 13 y 15 años, y gracias a la pregunta de mi compañerita de banco.
– Puedo reconocer a cualquiera que camine a 150 metros, pero puedo pasarle de lado sin saber que existe si se queda inmóvil.
– Sé vestirme en la oscuridad (me conozco al dedillo, obvio) reconociendo las prendas por su textura, sin llegar el punto de tener que desarmar el guardarropa por saber si lo que toco tiene mangas o de qué color será llegado el amanecer.
– Supe a los 19 años que el ojo humano es capaz de divisar edificios de más de 5 pisos, reconocer si tienen balcones, indicar el color de sus paredes, y distinguir personas del fondo.
– Sigo maravillándome con los paisajes.
– Y, cotidianamente, me hundo en las miradas.

La misma escasez de medios visuales a distancia, me hizo de chico un pintor y dibujante del detalle minúsculo.
Era malo, con la única felicísima excepción de cierto período de fiebres entre los 39 y 41 ºC, cuyos dibujos guardé durante décadas, fascinado por el detalle, las formas y los colores que ese otro yo me regaló previo a su saludable partida.

Aún escaso de habilidades, mi visión perfecta a 7 cm del papel (no más allá) me auxiliaba en miniaturas que sólo yo era capaz de disfrutar.

El tiempo demostró que esto sería un freno a los estudios, mejor planteados para gente que puede realizar sus tareas algo más alejados de hojas y mesas.
Allí, encontré un mundo prácticamente infinito, donde la oscuridad se plagaba de formas vivas, las que, otrora adivinadas, pasaron a fascinarme.
Recuerdo paseos en noches sin luna, dirigido por esa intuición que genera la carencia, pero con una nueva percepción de reflejos ínfimos, charcos con agua en movimiento, cuyas ondas entregaban estrellas mellizas, sólo por el placer de encontrarme extasiado.

Sombras de árboles invisibles, apenas perceptibles por la falta de estrellas, en sendas de ilusión, recorridas con el paso suave, elástico de quien ignora eternamente dónde o frente a qué se encuentra.

O, mayor ya, recorriendo en la madrugada el camino al trabajo, mucho antes del alba, en las horas en que la ciudad aún sueña que desea despertar, sin autos, sin gente, sin perros, hacer cuadras y cuadras a ojos cerrados, doblegado por el temor de tropezar y enardecido por el logro de realizar un paso más, a ritmo uniforme y tranquilo, equilibrado y sereno, tras cada paso.

NOSTALGIA

julio 6, 2007


De:
http://enunaesquinadelmundo.blogspot.com/2007/07/nostalgia.html
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Etimología: Del griego nóstos (regreso) y álgos (dolor)
Sentimiento de pena o de tristeza motivado por el alejamiento o la ausencia de algo querido o por el recuerdo de un bien perdido.
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🙂 Quizás lo difícil es hallar el modo de permitirle al tiempo convertir la nostalgia, la añoranza, en un recuerdo dulce, sin el amargor de lo que aún se desea …

Vocación

julio 6, 2007

Por el gusto de ver.
Por el disgusto de oír.
La sensación, casi de mareo,
de entrar en el canto
y ondear en su gesto.

Por la calidez, de cada saltito,
cuando cambia el rumbo
y elige otro hilo.

Por su palpitar,
mi mano arrimada,
sin tocar siquiera
para no alterarla.

Por la vida que fluye
y vuelca su espuma,
se llena de hojas,
que busca en la orilla.
Con ellas, agua o ramas,
reflejos o brizna,
cuando todo confluye,
se hace paisaje,
y, allí, el verte en vuelo,
conmueve, es gusto,
es vida, es gozarte.

Por la libertad que, creo, ni sabes,
que te estás forjando y que busca hallarte,
por el gozo mismo de verte en tu vuelo,
aún desde lejos,
aún sin tocarte.

No pido deseos que me incluyan.. pido
que encuentres la forma de no asfixiarte.

Digo que querría, si acaso existiese,
ser, de profesión, «liberador de aves».

Ser

julio 4, 2007

Puesto a pensar sobre la función de lo que se escribe me encuentro ante la disyuntiva de desear ser pasatista, alejar de mi mente problemas propios y ajenos, liberarme de pensar en cosas, personas y situaciones que deberían pasar a galaxias de distancia, evitar verme afectado…

O ser como soy.

Breve, como opción.

Sentir lo que siento.
Y engancharme en lo que siento que sientes.
Desear ser un oído. U ofrecer un hombro.
Dedicarte un momento. Y permitir que ese momento dure lo que desees.

O no ser.